Como cada año, son muchos los interrogantes que surgen acerca del consumo de helados durante la temporada de verano. ¿Con qué frecuencia pueden consumirse? ¿Qué opciones son las más recomendables? ¿Resultan perjudiciales para la salud? Las dudas sobre este refrescante alimento invaden mi consulta de la misma manera que los helados invaden los refrigeradores de los supermercados. ¡Es inevitable! Consciente de la incertidumbre que suscita este tema, comparto aquí una reflexión con el fin de dar respuesta a las principales cuestiones que me suelen plantear. ¡Tomad nota!

🍦 ¿Es malo comer helados?

No es ningún secreto que todo, en cantidades excesivas, resulta perjudicial. Eso es algo que se sabe, ¿verdad? Como comentaba en un post anterior sobre la pirámide nutricional española, no existen alimentos buenos o malos. Ahora bien, unos son más recomendables que otros. En el caso de los helados, darse un capricho en la época más calurosa del año es normal (e incluso ofrece algún beneficio sobre el que trataremos a continuación).

El problema llega cuando el consumo de este alimento se convierte en algo habitual. Hay quienes llegan a sustituir su postre diario por un helado porque “total, el verano está para disfrutar”. ¡Gran error! Es importante tener en cuenta el alto contenido en grasas que se usan, como la nata, la elevada concentración de azúcares y el considerable aporte calórico que le damos a nuestro organismo cada vez que nos comemos uno de estos caprichos congelados. Así pues: no, no es malo comerlos, pero… sí, ¡es malo excederse!

🍦 Por comer uno, no pasa nada ¿no?

Que no cunda el pánico: comerse un helado un día (que no es lo mismo que AL DÍA) no supondrá el fin del mundo. De hecho, debido a su alto contenido en hidratos de carbono, un helado aporta una interesante dosis de energía. Ojo, no estoy diciendo que su aporte energético justifique su consumo; al fin y al cabo, existen muchos alimentos que te otorgan energía sin venir acompañados de las grasas incorporadas en los helados. Este alimento también resulta un método de hidratación diferente del agua (¡recordad lo importante que es mantenerse hidratados durante el verano!) y puede suplir ciertas carencias nutricionales.

🍦 ¿Qué helado es más conveniente?

La conveniencia es un concepto algo ambiguo ya que, como siempre digo, cada persona presenta unas necesidades diferentes. En cualquier caso, está claro que las opciones de los supermercados no son las más recomendables, por mucho que en los envases traten de recalcar el empleo de fruta o su bajo contenido en grasas. De hecho, estos últimos resultan incluso más perjudiciales. ¿La razón? Los falsos helados ‘healthy’ suplen la carencia de grasa con otros elementos que ayudan a conseguir la cremosidad esperada… No obstante, comer uno de forma aislada no hará que tu alimentación se vea afectada. Siempre y cuando no se convierta en rutina.

🍦 Entonces… ¿no existen los helados saludables?

En la actualidad se pueden encontrar infinidad de opciones en el mercado. Diferentes sabores, distinta composición, multitud de formas… Pero todos ellos coinciden en algo: su aporte nutricional deja bastante que desear. Aunque no es cuestión de obsesionarse con sus componentes, sí que es importante que no os dejéis engañar por el embalaje. Cuando compréis un envase de helados de hielo, sabed que su principal aporte será el azúcar. Cuando adquiráis un paquete sin azúcares añadidos, tened en cuenta que para mantener el dulzor se han tenido que incorporar edulcorantes. Se ha podido demostrar científicamente que, el consumo de edulcorantes altera mucho a la flora intestinal, provocando que ésta absorba mucho peor los nutrientes en nuestro intestino. Además, la falsa seguridad de consumir productos “light” provoca que se consuma más de ellos, multiplicando el consumo de grasas y calorías, y consumiendo finalmente más producto del que inicialmente se pretendía. Y así con todo. Valorad los pros y los contras y decantaos por la opción que más os convenga.

¿Mi consejo? Si no existe el helado perfecto, ¡hay que inventarlo! No hay duda de que la alternativa más saludable es la de los helados caseros. Podéis probar, por ejemplo, a preparar sorbetes con diferentes frutas o a bañarlas en chocolate negro y congelarlas. Otra idea muy refrescante es la de combinar diferentes leches vegetales (aseguraos de que no contengan azúcares añadidos ni maltodextrinas), verterlas en moldes y congelarlas. ¡O elaborad ‘yogurlados’ de diferentes sabores con frutas variadas y yogures de soja o de leche normal! El límite es vuestra imaginación.

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